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Desarrollo de Taxonomías

A la hora de definir una taxonomía es fundamental conocer de antemano el uso que se le querrá dar, más allá de lo que supone la clasificación de información. Hay que pensar en su potencial de análisis y descripción de la realidad. La taxonomía es una estructura cognitiva en la que se sustentan los procesos de generación y aceleración del conocimiento, y debe ser concebida desde esta perspectiva. 

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¿Cómo definir una taxonomía? La figura muestra un problema clásico: ante una misma temática, las taxonomías propuestas por un técnico, un comercial o una ejecutiva serían distintas. Esto es algo normal, ya que cada uno percibe el mundo desde su punto de vista. La taxonomía que se adopte para describir una temática ha de conjugar todos los aspectos que se consideren relevantes de cara a su aplicación final: descripción científico-técnica, organización interna, visión externa, estrategia, etc. Una buena taxonomía es la que se realiza sumando y ponderando los diferentes puntos de vista de los colectivos implicados.

Por otro lado, la taxonomía hay que considerarla como una estructura viva, que crece y evoluciona de manera progresiva. Por eso representamos a las taxonomías como árboles y, siendo más ambiciosos, hablaríamos hasta de árboles de conocimiento. Es patente que la realidad evoluciona y, por lo tanto, la taxonomía con la que la describimos en un momento determinado también debe evolucionar. Por otro lado, nuestra visión del mundo igualmente cambia, de modo que la taxonomía con la que queramos comprenderlo tendrá que hacerlo también.

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Finalmente, un error frecuente consiste en desarrollar una taxonomía acorde a la estructura de una organización. Las visiones egocéntricas para describir el conocimiento que nos rodea no suelen funcionar. A la larga la realidad evoluciona y las organizaciones que quieran sobrevivir con éxito deben adaptarse y cambiar. Una taxonomía ligada concebida según la estructura de una organización sería como tener una planta de plástico: no podrá crecer ni evolucionar.