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Hace unos meses, el satélite Terra, que lleva entre otros al bien conocido instrumento MODIS, cumplía 100.000 órbitas (o revoluciones dentro de su órbita, para ser rigurosos), y en breve cumplirá 20 años funcionando. Es probablemente el satélite de Observación de la Tierra más veterano de los que están en activo y, con seguridad, una maravilla de la ingeniería aeroespacial.
Por su parte, Sentinel-2A acaba de superar las 20.000 revoluciones en su órbita. Mientras, Sentinel-1A, el primero satélite de la familia Copernicus en ser lanzado, se acerca a las 28.000 y Sentinel-3B, el último, está llegando a 6.000. Si todo va bien, todos ellos llegarán a las 40.000 órbitas sin problema, ya que su vida útil nominal es de al menos 7 años y todos dan algo más de 14 vueltas a la Tierra al día.
A la vez que estos "superclases" recorren el cielo, este se va llenando de multitud de pequeños satélites de observación realizados con una aproximación totalmente distinta. El ejemplo clásico es la constelación de Planet, formada por más de 100 "doves" - pequeñísimos Cubesats con una sencilla pero eficaz carga útil que obtiene imágenes de 3m por píxel. La órbita de los dove es más baja (en el entorno de los 500km), por lo que el rozamiento atmosférico es importante. Como además no tienen propulsión propia con la que compensar la pérdida de energía cinética que produce ese rozamiento, su velocidad disminuye y lo normal es que acaben su vida útil en no mucho tiempo, entre 1 y 3 años según la órbita. Así, difícilmente llegarán a 10.000 revoluciones, un orden de magnitud menos que Terra. Satélites de usar y tirar, aprovechando las ventajas económicas de la producción en serie y perfectos para cuando vale más la cantidad que la calidad de los datos.
A esta estrategia de satélites de construcción rápida y más barata, de acceso al espacio por empresas relativamente pequeñas, y de foco en la comercialización de los datos más que en su valor científico, se la conoce como New Space. Es en parte un resultado del avance de la tecnología y en parte una renuncia voluntaria a la sofisticación de los datos frente a su disponibilidad.
Sin duda hay mucha demanda para ese tipo de misiones. Pero en el mundo de la investigación y la gestión del medio ambiente muchos seguiremos necesitando la calidad y solidez que proporcionan, por ejemplo, los Sentinel.